lunes, mayo 09, 2005

DE CUYO NOMBRE NO QUIERO ACORDARME

(… y a mi edad, ya casi con derecho a los incoloros privilegios del escepticismo. Facundo Cabral)

De todos los personajes que aparecen en el Quijote, me quedo con el jumento. Si, con la noble montura de Sancho Panza: el asno. Bueno, el asno y ese asno en concreto cuyo espacio literario alguien tendría que llenar, ya que no me veo con fuerzas ni ingenio para hacerlo, de todas maneras, intentaré ayudar a poner peana a quién haga ese monumento literario algún día.

Todo asno es un escéptico. Ese asno, aún más. Porque no sabemos su nombre, ni siquiera la más mínima filiación, cosa que sí ocurre con el multinombrado Rocinante; porque no le importó llevar sobre sus lomos a otro escéptico universal y problemático, su gordinflón y retórico aristotélico, llamado Sancho; porque aunque no aparece como protagonista, nada malo se dice de él, que pasa por el libro y por La Mancha como sujeto de poco parabienes y menos duelos; porque en las posaderas del escudero, jamás hizo caso a los vaivenes de sus tripas, ni de su boca, ni de sus aromas; porque si no estuviese él, el asno, Alonso de Quijano no sería más que un negrero en trata de blancos.

Pasada la lectura y escritura de El Quijote (ya he dicho que por labor educativa de d. José Vargas, yo escribí el libro), se me quedó en la mente esa palabra, jumento, que vino a recordar en mi, pasados los años, lo mejor de la niñez, poco añorada, dicho sea de paso, y no por infeliz, sino por pretérita, y yo soy muy “presentista” por Evangelio (“no pongas la mano en el arado y mires atrás”), y por “jumentista” escéptico. Y ese jumento, me trae cada día al vacío escéptico de la razón y al balanceo con la imaginación, no de lo que podía haber sido, sino de lo que podrá ser, caso que todo se rija por la bondad, reclamo de la justicia y la caridad.

Dejadme, además, que ese ser escéptico tenga, como todo, su excepción en la promesa divina del mejor futuro, porque si no ¿cómo vivir? Y vivir es el mejor de los tesoros de todo aquel que en su mundo real duda y solo espera la mejora de este mundo en otro. Que se sabe dudoso hasta de él mismo, porque tiene que haber una certeza que busca, como el tesoro del Evangelio, y cuyas señales de existencia refuerza ese asno del que hablo, nobleza, bondad, mansedumbre, ayuda, mirada limpia y paciencia. Amén.

Antes de finalizar, pido perdón y comprensión por esta forma mía difícil de expresarme y poco aclararme, pero entiéndelo y entiéndanme, forma parte de mi ser complicado y poco entendible … Si hasta yo mismo me sorprendo de lo poco que me entiendo a mi mismo.


Nota: finalizado el 23 de Abril, fecha del fallecimiento de Miguel de Cervantes y Saavedra, del inglés William Shakespeare (leído Güilian Sakespeare) y del cronista Garcilaso de la Vega (El Inca).

lunes, abril 18, 2005

Comentario mes de Marzo 05

VERDAD Y VERDADES

La filosofía, etimológicamente, viene a significar “amor a la sabiduría” y lo esencial en ella es la búsqueda de la verdad. Partiendo de esa premisa, se han ido conjugando diversas teorías que más o menos han pretendido aproximarse a la verdad. Esa verdad que muchos han entendido como verdad racional, olvidando el contenido afectivo y volitivo, es decir, los amores, odios y voluntades diversas, ha tenido tantas interpretaciones a lo largo de la historia, que en unos momentos, se abandona en la búsqueda de lo que llaman “mi verdad”, olvidando objetivar, dar consistencia práctica a aquello que se asume como certeza. Desde ese punto de vista, nuestro mundo padece una ausencia de la verdad y una omnipresencia de “verdades” muchas veces contradictorias y en su mayor parte, adaptadas a las necesidades personales, o a lo más ocasionales encontronazos que desmontamos en el siguiente momento, porque no nos conviene. Todo ello aderezado en una sociedad tan burguesa, en el peor sentido de la palabra, como la nuestra, con los intereses que tenemos, la mayor parte de las veces económicos y personales, nos lleva a considerar que la verdad nos pertenece en el momento que nos da razón de nuestro vivir y no admitimos lo contrario.

La trampa es la de siempre: dejarnos llevar por el viento de cualquier corriente y admitir el “status quo” como normal, cierto y verdadero.

Lo curioso del caso es que cualquier perspicaz “pensante”, y todos los somos, reconocemos que las cosas no están, ni van bien; pero mientras el bolsillo esté lleno más o menos y las necesidades cubiertas, poco importa más verdad.

Es cierto como dice el adagio latino que “primum vivere, deinde philosophare” (primero vivir, después filosofar), pero … ¡si estamos saciados de sobra!.

Me temo que la búsqueda de la verdad, nos quedaría en paños menores, y eso es complicado. Es más, en cuanto alguien nos pone en contradicción, somos capaces de desollarlo vivo, o como hacen muchos denigrar al que va contracorriente, cosa mucho más “educada” y democrática, pero tan salvajemente injusta como lo otro.

Deberíamos ser mucho más políticamente incorrecto, para poder decir y salvar las verdades del barquero, pero me temo que es igual, ya muchos estarán tentados de mandarme por lo menos al infierno al leer esto, ya que no atinarán a encontrar sentido a lo leído hasta ahora y además se me olvidará decir la esencia de lo que quería en estas letras: la verdad es una; se manifiesta de forma diferente, pero el que no se esfuerce por encontrarla, decididamente será un desgraciado aunque goce de muchos privilegios. Y además, no hay que ser un genio, que la verdad no es de estudiar, sino de ser leales con nosotros. A no ser que tomemos la nota de aquel espejo de políticos llamado Poncio Pilato que dijo aquello de “¿y qué es la verdad?”, y que le costó la vida a un hombre.

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NOTA: la cantidad de citas textuales, frases hechas y demás, únicamente tienen como motivo no extenderme en consideraciones, ya que al pertenecer más bien al mundo intuitivo, ahorran diarreas mentales.