viernes, agosto 31, 2007

LO QUE ME GUSTA

He hecho un ejercicio de cosas que a lo largo de mi vida son sustanciales. O cómo diría cualquiera, mis favoritas. Y me he encontrado conmigo mismo en ellas.

Mi libro favorito, además del burrito Platero, llenaría una biblioteca con las obras de J.J. Tolkien, al que descubrí con veinte años, cuando no era tan visual como hoy; acompañarían los sonetos de Quevedo y muchos tomos de León Felipe. La Biblia (en muchas versiones) y El libro de la Vida de Teresa de Jesús.

Con Jacques Brel y su “Ne me quitte pas” abriría mi discoteca, pero sin olvidar a Joe Dassin y “A toi” por terminar con tanto francés, aunque quizás añada otro con “La quiero a morir“ de Francis Cabrel. En castellano, Mediterráneo y naturalmente, Paquito el Chocolatero. Ah, lo siento, pero me extasío con “Veni creator” también. Bueno me quedaría alguna de Migueli y todas de Edén, junto a Facundo Cabral.

Mi película es “Ciudadano Keine” hasta que descubra qué cosa es Rosebund, y si era Orson Welles el que comprendió la muerte como acicate de vida, o simplemente se lo reveló su inspiración, o sea el magnate. También recuerdo especialmente “El silencio de los corderos”, Bruce Willis (Las junglas) y la “Pretty Woman” que es Julia Roberts. De las españolas, aparte del genial “Bienvenido Mister Marshall”, poco, si acaso los nervios atacados de Almodóvar.

Un cuadro para mirar, sería pintado por Velázquez, el paisano Naranjo o Antonio López, aunque últimamente, me ha enamorado Isabel Guerra y su paz. Un cuadro de Naranjo, con Musa al medio, me hizo marearme y esa sensación-emoción ha hecho que me aproxime sin miedo a la pintura. Recobraría alguno de Dalí que para eso era también un genio.

Viviría muy tranquilamente en San Sebastián y me iría a pasear Sena abajo a París. Pasaría calor en Sevilla y cantaría (si mi oído no fuese una alpargata) una canción de ronda en Madrid.

Y un perfume de jazmín o de azahar. O la tierra recién mojada cuando la lluvia es en verano tras muchos días sin sentir su frescor.

Y la luz del atardecer en Badajoz, mirando río abajo, camino de Portugal, cuando el sol, tan enorme, se oculta “lusamente”, o lentamente, que es más correcto, ¿no?

Son muchas y mi memoria corta. Y cuando comencemos nuevamente el día, tendría que volver a llenar folios y folios y no me da para más este mes. Acaso otro mes lo intente, si el alma se pega al pasado o el futuro se lanza a soñar con colores nuevos, sensaciones y sueños.

Ah, por si acaso, siempre me han gustado las rosas, esas que parecen de terciopelo rojo. Los libros que saben a vida y bondad, los poemas llenos de ternura y una pizca de ironía, los helados (ahora sin azúcar), el café de Colombia y del cerdo … hasta los andares.

sábado, agosto 04, 2007

DE LA MIRADA Y LOS SILENCIOS

Normalmente, comenzaría con aquello de Becquer, “por una mirada un mundo …”, pero me temo que agoto muy rápidamente las dosis de poesía de cada mes. Así que no, por una mirada, nada de un mundo, solo la vida misma.

Porque es la vida la que se nos derrama por los ojos. Y no solo por los acuosos órganos de visión, sino por la mirada de las palabras, de los gestos, de los silencios … Sobre todo de los silencios. Lo que habitualmente decimos, no es lo que queremos, sino lo que no tenemos más remedio que decir, porque nos duele, porque nos revienta por todos los poros del cuerpo, porque es gozo, alegría, desesperación, angustia o simplemente, lo que sentimos … en silencio.

Y si, la mirada siempre es la misma, solo cambia en los gestos que la acompañan, y mejor que no la acompañen gestos, solo silencio, así podremos escucharlo mejor.
Escuché hace poco una canción de un dúo llamado Kiko y Shara, que decía más o menos: “paso de palabras” (por lo visto era un disco ya pasado, no el que está de moda). A eso me refiero. Las palabras pueden estorbar si se trata de decir, de mirar, de admirar, de amar. Claro que los que vivimos más abajo del tejado de los espíritus, las necesitamos. Escribirlas, decirlas, grabarlas en piedra … o en el corazón. Por eso unos son capaces de tener a Dios atado en una experiencia más allá de toda materia (los que viven sin vivir en ellos) y otros nos tenemos que conformar con experimentarlo en carne. Es que Dios es amor.

Desde la mirada he aprendido a leer, por eso me encanta observar. Desde los silencios aprendí a suspirar por encontrar razones, por eso, a veces, no lo soporto. Soy de los débiles.

Y podemos leer a todos los hombres, aunque nos fijamos en aquellos que, como El Principito, nos domestican, con esa manera inexplicable del beso de las almas, del encuentro amoroso, sexual o amistoso, cordial o pasional; y podemos escuchar todos los silencios, pero solo suspiraremos por aquellos que en nuestra sintonía, hacen vibrar las membranas de nuestro espíritu, dispuestos a colgarnos de su sonrisa o de su caricia, de su mirada al fin. El silencio y la mirada, la mirada y el silencio en una amable alianza que nos ata a amigos, a amantes, a los hombres y las mujeres que configuran nuestra vida. Alguno incluso dice que le habla el perro que con ellos descansa junto a sus pies.

Y llevamos atados a nuestro cuello tantas miradas y tantos silencios, que cuando reconocemos alguno similar nos da por recordar otras y otros; y echamos la mirada atrás o la levantamos hacia arriba, con aquel símil de Cielo arriba, Infierno abajo, para buscar lo que perdimos o que no somos capaces de recuperar, aunque estén.
En un segundo la vida se agranda, basta una mirada nada más; en un solo diálogo te van a conocer; en solo tu mirada o en tu silencio te van a encontrar.

Feliz Encuentro.