miércoles, septiembre 23, 2009

EL SEXO DEBIL

Hace tiempo leía un libro “El sexo en el cerebro” que diseccionaba la forma de conducta de hombres y mujeres, por las diferencias del cerebro entre el varón y la hembra. Está escrito por una neuróloga y un periodista, así que me imagino que fuera del contenido mediático, que lo tiene, su base científica puede ser bastante clara. El libro sitúa la diferencia fundamental de los sexos, en la configuración del cerebro, de tal manera que la conducta humana viene marcada por la sexualidad … del cerebro.

Teniendo en cuenta que el cerebro es una especia de gran estación eléctrica, la disposición de los mecanismos hace que la conducta cambie y que el “ánima” humano, tenga distintas respuestas.
Lo curioso, tal y como demuestra el libro, es que el lenguaje y la costumbre ha ido negando la realidad de la condición de los sexos, y ha declarado sexo débil al que la osamenta y musculatura humana ha dado menos fuerza (relativa) y eso ha dado que socialmente, la mujer sea considerada a través de los siglos de menos calidad en cuanto a su humanidad.

Y siempre ha habido ejemplos claros de la fortaleza del sexo femenino, que nada tenía que ver con lo que se consideraba verdad. Es como esas mentiras que uno se dice a sí mismo, que llega a creer, por complejo de superioridad o inferioridad, pero que son mentiras al fin y al cabo. Cada uno de nosotros, incluso el más recalcitrante machista, ha experimentado, como la madre, o las hermanas, amigas, novias, esposas, le superaban en calidad humana, en garantía vital, en poder … Y se ha negado a considerarlo y a reconocerlo, aunque al final, todos busquemos la postura fetal … porque el vientre de la madre es el lugar más seguro ante el miedo.

Cada día podemos ver como las mujeres que nos rodean, nos dan ejemplo a los hombres de capacidad, de fortaleza, de humanidad, de gestión, de esfuerzo, del ser cristiano para los que crean; en definitiva, lo del sexo débil, tiene que ser definitivamente envainado, si no se ha hecho ya y proceder a levantar con el orgullo de quienes han sido las mujeres de nuestras vidas, sus ejemplos, tal y como hacemos con los hombres que nos han rodeado. En justa medida, somos lo que somos gracias a los hombres y mujeres que nos han hecho a nosotros mismos, que han contribuido con sus cuerpos y espíritus a que seamos lo que somos.

Comenzando por nuestras madres, siguiendo por hermanas o primas o tías, amigas, o mujeres o novias … han sido la parte fuerte de nuestras vidas. Y no menospreciando a ningún varón. Solo quiero poner el fiel de la balanza en su sitio.

A María Jesús que ha demostrado mucho de lo que digo.