Está a punto de publicarse la encíclica del Papa Benedicto XVI, que se va a llamar Deus caritas est (Dios es amor); a propósito de esto, permítanme una incursión “teológica”, aunque no sea un especialista y probablemente diga alguna chorrada, que me rebatirán, claro, con todo el derecho, los que tienen mucha más idea que yo.
El amor es difícil concretarlo, pero vamos a hacer un pequeño excursus para intentar acercarnos a él, siempre bajo el prisma personal de quién escribe. Y es que en el sentido bíblico, el amor no se refiere ni mucho menos a lo que es la influencia griega de distinción entre el ágape (vamos a traducirlo por caridad) y el eros (este no creo que sea necesario traducirlo). Pero claro, la influencia de la filosofía griega en el Nuevo Testamento (ya saben, la parte de la Biblia, tras Jesús de Nazareth) es muy grande. Por eso, vamos a intentar, en la medida de lo posible distanciarnos de toda filosofía, cosa imposible.
Para hacernos una idea de lo que influencia la filosofía en el pensamiento cristiano, hay que tener en cuenta, que por ejemplo, la diferenciación entre cuerpo y alma proveniente del pensamiento heleno, no aparece en la Biblia hasta que se “pone de moda” en los libros de la sabiduría. Es más, el propio Pablo en sus cartas, parece que habla de tres componentes de la persona: carne, cuerpo y espíritu. En fin, difícil ponernos de acuerdo. Pero la filosofía griega ha impregnado desde Platón la separación del hombre en alma y cuerpo; consiguientemente, el ágape o caridad, pertenecería al alma y el eros al cuerpo. Difícil comprensión y peor explicación del amor que Dios siente por su pueblo y que tan explícitamente se muestra en los profetas, donde el amor más grande se manifiesta como el amor del esposo o novia por la esposa o novia. Porque claro, ese amor conlleva un altísimo componente de eros. Es más, entonces como explicar que todo un libro de la Biblia como el “Cantar de los Cantares”, pueda ser considerado como Palabra de Dios, si es un canto al amor más carnal (tengo un amigo que dice que es pornográfico, tal como lo entendemos hoy, si se lee adecuadamente). En fin, que las categorías griegas valieron para una determinada época, pero hoy, no creo que nos lleven a nada.
Si consideramos la unidad con que el pensamiento judío consideraba al hombre, es mucho más fácil explicarlo, porque el amor no se distingue entre ágape y eros, sino que es solo “bondad dirigida al objeto del amor”, por explicarlo un poco, aunque daría para un libro muy gordo. En Jesús, esto se hace mucho más comprensible como “un total centro de atención” de Dios hacia la persona, hasta tal punto de ser una auténtica “locura de amor”. Dios se vuelve tan loco, que se convierte hasta en “tonto” por culpa del amor que siente por cada uno de nosotros. Y esto se amplía hasta tal punto que lleva a la muerte por amor. O sea, lo que hizo Jesús: “hasta dar la vida”. Incluso dando como signo de pertenencia a los suyos, el amor. Cuidado, que no se distingue en el pensamiento de Jesús entre ágape y eros. Como pensamiento judío es una única cosa.
En este pensamiento, todo es amor: la lluvia que cae sobre buenos y malos, el sol … hasta la muerte. Ese es el pensamiento cristiano auténtico. Pero ¿hay amor bueno y amor “malo” o menos bueno? NO. Si es amor, es solo eso. Y además, Juan llegará a decir que Dios es amor y por lo tanto, toda manifestación de amor es manifestación del propio Dios, es Dios que se hace carne. Cómo será, que ampliando el sentido cristiano del amor, el amor más auténtico será, no el amor de los padres a los hijos, sino el amor sexuado. Ese es el más completo, el total, el más puro, incluye ágape y eros, o mejor, esto está contenido en el amor.
Amaos unos a otros con el mejor amor. Es Dios manifestándose.
Nota: Como Ratzinger (Benedicto XVI) es todo un intelectual, léanse la encíclica, que no les va a defraudar, seguro que además la disfrutarán.
TAREAS DOMÉSTICAS
Hace 1 semana