martes, mayo 09, 2006

C de Cambio

C de Cambio

“Lanzad una idea y en diez años vendrán los cañones”, no sé quién lo dijo, pero sí sé que me lo repetía mucho un profesor, hablando del tremendo poder de la palabra. Y efectivamente, una idea tarde o temprano se materializa en cañones, es decir, en una revolución, sobre todo cuando es una idea que lleva razón en concretizarse.

Todo esto viene a cuento de una reflexión sobre “V de Vendetta”. Me ha quedado la sensación después de verla, que tras la belleza de la música, de los textos de los clásicos, de las películas que se invocan, subyace una idea, clara, paradigmática y que creo recordar se ha planteado ya: el parlamentarismo, tal como lo conocemos, no tiene visos de ser la solución de los problemas que plantea hoy el mundo. Esta democracia occidental con sus formalidades legales, no tiene futuro. Y no lo tiene, porque no responde suficientemente a lo que se desea de una forma de organización social muy exigente y al mismo tiempo, definitivamente obsoleta. No ha sido mala, pero hay que inventar … Que nadie además se escandalice, ni se ponga las manos en la cabeza, ha habido muchas formas de convivencia que han acabado su época y se han transformado en otras, con cañones la mayoría de las veces, a ver si hemos aprendido. Hay un ejemplo claro del declive del modelo: tememos al estado. Es omnipresente, nos vigila, nos acecha, sabe nuestros movimientos, sabe si compramos qué compramos; nos inscribe, nos maneja, nos arrolla con su maquinaria en el ara del llamado “bien social”. Al lado, grandes complejos económicos y comerciales aprovechan la consabida inercia para hacer lo mismo con complicados mecanismos informáticos. O sea, cuando quieran, estamos en sus manos.

Y por eso, el individuo, desasistido, tiende a dejarse llevar por la marea; opina la consabida “verdad políticamente correcta”, porque salirse de ella le convierte a uno en un a-social, en un personaje si no directamente delincuente, al menos, fuera de la norma o el canon, lo que se diría legalmente, o en lenguaje popular, un extra-vagante.

Pues quiero reivindicar mi extravagancia. Mi asociabilidad “oficial”, a cambio de un regenerado bien que se llama libertad; ese bien del que se habla tanto y ya sabemos la ley no escrita que cuando se habla mucho de algo, es porque no se tiene como habitual. Algo hay que cambiar.

Como no soy de esos sesudos que saben dar con el “quid” de la cuestión, me callo no sea que dé “palos de ciego” que hagan más daño que bien. Pero algo hay que inventar. Se nos caduca el modelo.