Cuando cae la arena del reloj, mirándolo fijamente, uno descubre que no todos los granos caen a la misma velocidad, y si no lo descubre, lo intuye, porque las aristas, las formas y el peso, aumentan o disminuyen la espera en cada una de las vueltas que le damos. No es exacto, y bienvenido que no lo sea, porque la diferencia al final, resulta divertida. Lo mismo ocurre con la percepción del “tiempo”, esa entelequia que los hombres nos hemos dado para esclavizarnos a ella; depende de esa percepción que podemos decir “que veinte años no es nada”, o “qué largo se ha hecho el día”, incluso “que tiempo tan feliz”.
Pasada esta primera impresión, nos queda pormenorizar el día a día para entretener el presente en el pasado, echar la mirada atrás, sonreír y decirnos entre murmullos que “no estuvo mal” pero espera el futuro. Probablemente, además, lo que se deja atrás es bueno dejarlo atrás y aunque no lo sea, siempre está la oportunidad de mejorar.
Como dirían, mal, los pretendidos clásicos, “todo tiempo pasado fue mejor”. No, todo tiempo pasado ha sido lo mejor que ha podido ser, pero siempre está lo de adelante para mejorar las percepciones, que no la realidad. Porque la realidad es que esto que llamamos historia, o sea “la sucesión sucesiva de sucesos”, no acaba; se cambia de secuencia, no de película. El gusto, además de la buena película es que la historia tenga continuidad, que el argumento se desarrolle convenientemente, y si es posible, que el final sea bueno.
Con todo este bagaje de racionamientos, la verdad es que no queda más insondable cuestión que “el porvenir”. Tengamos confianza, todo lo nuevo trae esperanza de realización; lo nuevo no reniega de lo pasado, lo asume, lo transustancia en posibilidad y nos lo entrega para que seamos buenos hacedores, como Dios. En creadores como buenos artistas de nuestra vida.
A todo esto, y ya que no podemos ver más allá de nuestras finitas narices, pensemos, analicemos, llenémonos de razones para mañana porque nos jugamos nuestro “hoy”, que no al revés. El revés es para los panolis, los tristes, los pesimistas, los aguafiestas que no creen en ellos ni en los demás; que han pasado su vida en quejas y lamentos, pero se olvidan de lo probable. De los ilusos, de los inconscientes, de los malvados que aquejan a los que están alrededor con frustraciones curadas de antemano, cuando en realidad, por pasivos, se van a encontrar sumidos en miserables atuendos trasnochados por muy en boga que estén, porque no supieron asumir su pasado, ni hacer realidad su presente pensando en futuro.
El tiempo se nos va de la mano, pero el tiempo no existe, no es.
Lo único real somos nosotros mismos. Gracias a Dios.
Feliz fiesta del Cristo a todos los Obandinos que el 14 de Septiembre van a recordar que en un pasado, les posibilitaron la fiesta del presente.
TAREAS DOMÉSTICAS
Hace 1 semana