Dicen que las sirenas, antes de perder sus alas a manos de las musas, entonaban tan maravillosos cantos, que los que las oían caían en sus maldades. Cuando condenadas a vivir en el mar entonaban sus cantos, los marineros naufragaban por contemplarlas escuchando su canto. Hasta que, Orfeo, entonando sus propias canciones, logró esquivarlas y Ulises que taponó los oídos de sus hombres (aunque él no quisiera perderse el maravilloso concierto atado al mástil del barco), las derrota y las confina para siempre en el profundo reino de Poseidón, de cuya negra profundidad, jamás saldrán (exceptuando alguna tonta película americana, por tonta, absurda).
Todo un cuento maravilloso, una parábola inquietante de hasta qué punto los hombres nos dejamos fascinar por tonterías y oquedades mentales que no controlamos. Y lo peor, es que las sirenas siguen generando cantos cada día más estrafalarios que hacen naufragar a los más despiertos, que terminan dormidos … para siempre, como los melómanos de la antigüedad según la mitología.
Deberíamos como Ulises u Odiseo, afianzarnos bien al mástil de unos principios para, sin perdernos el inútil ulular de las sirenas, que no nos hagan caer en la tentación de perdernos lo que de verdad importa. Y escuchar sus cantos cada vez más lejanos, porque se hundirán sin más. No hay más que esperar a que la estela de nuestro camino nos aleje del lugar.
Y si por cantos y otras zarandajas, intentamos anclar el barco, las sirenas vencen en su lamento.
La vida del hombre o de la mujer, no es un canto, por mucho que ellos nos agraden, incluso nos alegren los días. Solo el que no comprende aquello de que “el camino se hace al andar” intenta asirse a una belleza que no lo es tanto porque ata, anquilosa y lo que es peor, niega el futuro porvenir.
Ulises, el listo, entendió la mejor estrategia, asirse. No mover su tabla de salvación del camino que le llevaba a Ítaca.
Y ¿qué hacemos con las sirenas? Que canten, como su destino les dicta, pero que sigan cantando lejos de nuestros oídos, cada vez más lejos … Su canoro ulular llegará poco más allá del sonido de nuestro trabajo diario y probablemente, las condenaremos para que vuelvan allí donde los dioses les dejaron lugar por su maldad.
Curiosa la mitología, ¿verdad? De todo se aprende. Menos de los cantos de sirena; estos acabarán perjudicando siempre. Nunca mejor dicho lo de “avisos para navegantes”. He dicho.
(¡Anda que no me ha quedado redondo ni nada, tanto lugar común!).
TAREAS DOMÉSTICAS
Hace 1 semana