martes, junio 17, 2008

PORQUE … ME DA LA GANA

Siempre se acaba por plantear uno qué es lo que hace en la vida de importante Y sobre todo, por qué. La pena es que la conclusión es que no tengo ni idea.

Todo esto viene porque cada vez que pienso en lo que hago, dándole un sentido, o al menos intentándolo, se me vienen un montón de motivos y ninguno específico. Ya puedes acumular motivaciones morales, religiosas (en este caso evangélicas), amistosas o de simple amabilidad y cortesía … nunca hay un por qué determinante. Incluso a veces, me parece que merezco un pequeño descanso en el quehacer para jadear y relajarme y si es posible, encontrar el sentido … Pero no hay manera. Dice mi amigo Nero que es mejor así, porque de otra manera nada haríamos; que no es bueno pararse a pensar en el por qué … o nos quedaríamos parado. Es verdad que no es suficiente el dinero. No, no es ese solo el motivo, aunque eso piensen los que actúan por él.

Les cuento un secreto. Cada vez que Antonio Ortiz y yo, estábamos juntos en cualquier “aventura radiofónica” (les aseguro que hemos tenido cada una…), no parábamos de comentar que nos gustaba la adrenalina, porque siempre llegábamos con el tiempo a punto de arrollarnos, llegando al micro justamente cuando se encendía la luz roja; algún partido se comenzaba sin las alineaciones, o con el micro desenchufado cuando ya el retorno nos saludaba … Y siempre era lo mismo, es que “nos gusta la adrenalina”. Pero tampoco eso justifica el por qué, solo era un cómo.

Sí, creo que muchas salen por pura adrenalina, pero no es su motivo.

Este mismo escrito sale de mi teclado cuando ya María me insiste en que salga, porque el que tenía hecho no me gusta.

Es mejor no darle más vueltas, como no lo hago por dinero (nada gracias a Dios), creo que es solo por llenar mi ego, claro que ese también lo tengo lleno por otro lado, o es que soy claramente un activista, incapaz de rellenar el sentido del tiempo con otra cosa que no sea hacer …

Escribir esto de preguntar por el por qué sin encontrarlo, me está abriendo el apetito, tras renegar de mi ego, de dar una respuesta simple, corta, o mejor, sin mucha filosofía. Esa que siempre me reñían porque era una de mis favoritas y que me costó más de un guantazo (uy, que poco políticamente correcto), aunque la verdad no me ha traumatizado para nada …
Sí, la respuesta es la más libérrima, la más gratificante, la más encomiable, la más detonante …

La mayoría de las cosas, las hago porque “me da la gana”. Evidentemente hay otras, las menos, que son pura y debida obligación.