sábado, mayo 05, 2007

DE LA AMISTAD II

(A Cris, que lo lee por internet y seguro que le gusta)


Si hace un par de meses hacía (bueno, intentaba) una disección de por qué muchos comportamientos juveniles, parecen auténtica falta de amistad, ahora nos vamos a fijar en esos que llaman adultos.

Normalmente, desde la perspectiva de un cura que predica eso del amor a todos, la amistad es casi una afrenta a la humanidad, pues manifiestas el amor solo a unos pocos (poquísimos según dicen), y además de forma discriminatoria. En realidad, eso es porque nos equivocamos de una manera total, cambiando el sujeto por el objeto. Me explico. El amor es una manifestación total, que incumbe a todos los ámbitos: social, familiar, laboral, lúdico, comunicativo … Es el mismo amor, manifestado de formas diferentes. Por eso, el amor no discrimina, se manifiesta de forma diferente; amo al amigo, al hijo, al esposo, al compañero de trabajo, a mi mujer …, y se lo manifiesto de manera diferente. Seré mucho más explícito con unos y mucho menos elocuentes con otros. Lo cual me llevará a diferenciar la manifestación del amor, no a diferenciar el amor. Desde ahí comencemos a discursar sobre la amistad.

El amigo, pues no es más que el objeto de mi amor, entendido como amor universal, de tal manera que no solo no me impide otros amores, sino que tiene que corroborarlos. Como a estas alturas de la peli alguno dirá: “pamplinas”; si no otra expresión más gruesa, habrá que puntualizar que la amistad se convierte en escuela vital del amor debido a todo. Incluso a las piedras. Jamás tendrá amigos aquel que discrimina a otro; porque ante cualquier circunstancia discriminaría al propio amigo.

Es verdad, que buscamos la compensación, amo y me siento amado. Soy amigo y me corresponden la amistad. Pero esa es la consecuencia: el que ama es amado. ¿Y si no te corresponden? Ah. Pero … ¿Si no me siento amado, no amo? Alguien dirá: NO. Pues vale, pero si se espera la reciprocidad, no es amor, sino comercio. Do ut des, que dirían en latín.

No; el amor se da, se regala, y comienza uno pareciéndose al Dios cristiano, que crea por amor, que regala por amor, y que no consiente nada a cambio, entre otras razones, porque no lo necesita. Así que amigo es aquel que regala y se regala, manifestando el amor en aquello que el otro necesita.

“Pero mi amigo se llama Pepe”. Claro, él es la expresión del amor que das a todo. Pero si tu amigo Pepe te hace soportar discriminar, es que no es tu amigo, ni tú suyo si aceptas. Solo os asociáis para divertiros, apoyaros en el trance de vivir, para la barbacoa, para el fin de semana, para visitarlo … Eso no es amistad, volvemos a la sociedad societaria.

Uffff. Necesitamos aprender a amar. Necesitamos aprender a ser amigos, que no a tenerlos.

Aplicando lo general, tendremos que escapar del silogismo final al que llegamos todos: entonces es imposible. No, porque no lo tendremos nunca hecho, evidentemente. Será siempre una escuela de amor, la vida. Y solo aprobaremos bien el examen al final, cuando como decía Juan de Yepes (más conocido como San Juan de la Cruz): “nos examinen del amor”.

Hasta entonces, seamos bueno alumnos.

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