Hubo una vez un fabricante de chocolates, que proclamando su pureza, anunció: “Este sí que es un chocolate puro, sin cacao, azúcar y otras porquerías que anuncian los otros”.
No es un chiste. Desafortunadamente, lo que parece es. Una de estas cosas que suceden en nuestro mundo y que parecen salidas de un chiste, tal como hacen algunos que para anunciarse, promocionarse o venderse. Todos hemos caído en desustanciarnos, pero lo que asusta es que los que más lo hacen son los que aparecen como triunfadores.
Al paso de los tiempos, al crecer o decrecer, vaya usted a saber, vamos intentando depurar nuestras personas, pero lo curioso es que quitamos lo esencial para ir añadiendo superfluos mecanismos que nada tiene que ver con lo que llevamos dentro. Por eso, cuando uno conoce a quién ha sabido guardar el corazón de las bondades y las cualidades, parece que un aura viene a remarcar su rostro y alza sus pies del suelo con un andar como en nubes.
Encontrar un espíritu capaz de guardar en el envase de carne todo lo que le hace cordial (cordis, en latín es corazón), hace que uno se avergüence de haber perdido un poco el alma de niño. Ver brillar unos ojos, que no se sientan ridículos por no saber aguantar una risa o un llanto; escuchar palabras amables sin miedo a parecer cursi ... Por eso, el homenaje de estas líneas es para los que han sabido salvaguardar la ilusión, la sonrisa, el ángel con el que nacimos.
Hay otros que lo han buscado, no han cejado en el afán de encontrarse con ellos, se han recorrido el mundo y las personas, todas las circunstancias, algunas equivocadas, pero han sabido ver cuando lo han tenido que eso era lo importante. En ellas, la sonrisa es mucho más profunda; la mirada más dolorida pero tan limpia; sus pasos parecen cansados, pero solo son así porque intentan ir despacio, saboreando en el tiempo aquello que tanto les ha costado. Para ellos también, sirvan de homenaje estas palabras, porque su esfuerzo nos hace, a los pobres envoltorios de chocolatinas de los demás, retomar algo de esperanza de llegar …
Y es que en definitiva, el envoltorio del chocolate, aunque sea muy brillante o llenos de premio como cuando uno era pequeño, no lo hace mejor. Lo mejor, fuera de publicidades engañosas cuando no puro fraude, se esconde en la esencia; y si es verdad como dijo Saint-Exupery, que “lo esencial es invisible a los ojos”, se presiente, se siente o cuando menos se intuye.
Y a mí, que el chocolate me sigue gustando mucho (ahora sin azúcar, qué vamos a hacerle), me gusta con el mejor cacao. Y además no me importa que sea blanco o negro, con o sin leche.
TAREAS DOMÉSTICAS
Hace 1 semana
No hay comentarios:
Publicar un comentario