domingo, julio 08, 2007

EL HISTRION o LA HISTRIONA

El término exacto para definirlo sería histrión. Es decir, individuo que necesita hacer ruido para hacerse notar. Habitualmente, viene generado por algún problema de comprensión de su propia existencia o circunstancia. El/la histrión/a, tiene además, connotaciones de psiquiatría que hoy no se explican sin un buen diagnóstico clínico, pero que en realidad y de forma práctica, pocas veces puede ser diagnosticado, entre otras razones, porque todos estamos algo “tocados”. Además la primera acepción de la palabreja, hace referencia al actor griego, de carácter cómico que exageraba la actuación, con lo cual, no se sabe bien si el histriónico lo hace por función anímica o teatral. Por cualquiera de las dos, hay que entenderlo/a como anímicamente inválido (por otro lado, como cualquiera, todos tenemos alguna tara).

El problema del/la histrión/a, es que comienza a parecerle gracioso/a y termina creyéndolo. Y la verdad, tras el primer contacto, donde la curiosidad puede al dolor de cabeza posterior; si escribe, a la incontinencia verbal de tacos que provoca en el que lo/a lee, lo que sobreviene es un incontenible deseo de que aprenda a refrenarse. Imposible. Pero en la comedia griega, sobre todo en el gran Aristófanes, lo que en principio era tragedia, al pasar por el proceso de exagerarlo, pasa a ser bufa, comedia. En el/la histrión/a, ocurre al contrario, lo que considera gracioso, lo convierte en una tragedia. Y lo curioso, es que él/ella no se da cuenta, es más, cuanto más defenestrado por la atención pública, más se empecina en llamarla. Al final, como en un principio gustó la miel del aplauso, al no generarlo, acentúa más su mácula mental. Simplemente, resulta insoportable.

Hay que hacer un pequeño inciso. El histrión no tiene nada que ver con el bufón, que siempre ha sido querido, porque el bufón siempre interviene con la aquiescencia de todos, o al menos de la mayoría, y a pesar de que puede ser casi ofensivo en sus bromas o bufonadas, esa es su misión. Al histrión/a, nadie le pide opinión. La da, aún cuando no le interese a nadie, o mejor todavía, la da jodiendo. Nadie le pide la gracia, nadie le pone en el centro, nadie le pide el ruido. Pero todo ello, lo hace.

La tragedia del histrión/a, viene dada por su necesidad, casi imperiosa de relevancia social; ahí radica su problema. Lo que debería haber sido un sueño a realizar, se le convierte en una pesadilla. La edad, además empeora la situación, porque los años provocan soledades no resueltas, no aceptadas y la noche, otrora cómplice, se convierte en enemiga suicida, dispuesta a comerse el tributo debido en vacío. Sí, ese comienza a ser el sentimiento o el problema que acucia a nuestro/a referido/a, la vaciedad, o mejor dicho, para dar más connotaciones que lleven a la comprensión, la vacuidad, que es un concepto mucho más aplicable antropológicamente hablando.

Como alguno/a, probablemente retratado/a o no (vete a saber), estará despotricando (o no) y pensando en mí como un funesto encopetado o creído, estúpido majadero, les recomiendo un poco de sano ejercicio: autocrítica. O sea, imposible para el/la histrión/a.

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