Normalmente, comenzaría con aquello de Becquer, “por una mirada un mundo …”, pero me temo que agoto muy rápidamente las dosis de poesía de cada mes. Así que no, por una mirada, nada de un mundo, solo la vida misma.
Porque es la vida la que se nos derrama por los ojos. Y no solo por los acuosos órganos de visión, sino por la mirada de las palabras, de los gestos, de los silencios … Sobre todo de los silencios. Lo que habitualmente decimos, no es lo que queremos, sino lo que no tenemos más remedio que decir, porque nos duele, porque nos revienta por todos los poros del cuerpo, porque es gozo, alegría, desesperación, angustia o simplemente, lo que sentimos … en silencio.
Y si, la mirada siempre es la misma, solo cambia en los gestos que la acompañan, y mejor que no la acompañen gestos, solo silencio, así podremos escucharlo mejor.
Escuché hace poco una canción de un dúo llamado Kiko y Shara, que decía más o menos: “paso de palabras” (por lo visto era un disco ya pasado, no el que está de moda). A eso me refiero. Las palabras pueden estorbar si se trata de decir, de mirar, de admirar, de amar. Claro que los que vivimos más abajo del tejado de los espíritus, las necesitamos. Escribirlas, decirlas, grabarlas en piedra … o en el corazón. Por eso unos son capaces de tener a Dios atado en una experiencia más allá de toda materia (los que viven sin vivir en ellos) y otros nos tenemos que conformar con experimentarlo en carne. Es que Dios es amor.
Desde la mirada he aprendido a leer, por eso me encanta observar. Desde los silencios aprendí a suspirar por encontrar razones, por eso, a veces, no lo soporto. Soy de los débiles.
Y podemos leer a todos los hombres, aunque nos fijamos en aquellos que, como El Principito, nos domestican, con esa manera inexplicable del beso de las almas, del encuentro amoroso, sexual o amistoso, cordial o pasional; y podemos escuchar todos los silencios, pero solo suspiraremos por aquellos que en nuestra sintonía, hacen vibrar las membranas de nuestro espíritu, dispuestos a colgarnos de su sonrisa o de su caricia, de su mirada al fin. El silencio y la mirada, la mirada y el silencio en una amable alianza que nos ata a amigos, a amantes, a los hombres y las mujeres que configuran nuestra vida. Alguno incluso dice que le habla el perro que con ellos descansa junto a sus pies.
Y llevamos atados a nuestro cuello tantas miradas y tantos silencios, que cuando reconocemos alguno similar nos da por recordar otras y otros; y echamos la mirada atrás o la levantamos hacia arriba, con aquel símil de Cielo arriba, Infierno abajo, para buscar lo que perdimos o que no somos capaces de recuperar, aunque estén.
En un segundo la vida se agranda, basta una mirada nada más; en un solo diálogo te van a conocer; en solo tu mirada o en tu silencio te van a encontrar.
Feliz Encuentro.
TAREAS DOMÉSTICAS
Hace 1 semana
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