lunes, noviembre 01, 2010

MUERTE

Este mes de Noviembre tiene el sambenito de mes de los difuntos, encuentro temporal con la realidad más real de la humanidad, todos pasaremos por la muerte.

Si; y es que la muerte es la amante más promiscua que uno puede encontrar, lo toca todo, acompaña a todos y a todos nos puede.

Porque la muerte nos toca. Nos toca bastante temprano, cuando su caricia abrasiva, roza nuestra mejilla en nuestros abuelos, a quienes tenemos que despedir, quitándonos sus besos y sus abrazos.

Poco a poco va golpeando nuestros extremos con las pérdidas de aquellos que tendrían que haber hecho con nosotros el camino; y las tempranas e inesperadas pérdidas, hacen moratones en el alma. Claro que, como todos los moratones, no nos rompen por demasiado tiempo y su dolor es pasajero.

Pero sigue golpeando, esta vez directo al corazón en aquellos que nos donaron vida y sangre, nombre y apellidos. Es su golpe en el que sí, esta vez, definitivamente, nos rompe, nos achica, nos pone a pie del abismo y en su nombre, además, nos deja acompañados de la “otra” amante, la soledad. Su golpe, de esta taimada, resuelta y contundente manera, nos recuerda que dentro llevamos la semilla de su encuentro que tarde o temprano llegará.

Y vamos contemplando como va pasando inexperada o presentida, cerca e inexorable. En las despedidas, ella, siempre presente, nos mira y nos enfrenta, parece incluso que nos habla y pronuncia nuestro nombre. Un escolofrío que se siente y orienta más allá de aquel a quién decimos adiós.

La muerte es semilla también, que va madurando y creciendo dentro, que sustenta su riego con nuestras lágrimas, de tristeza o alegría, para hacer que su fruto maduro llegue al tiempo requerido a hacerse presente para la cosecha, siempre en su momento, poco o mucho tiempo, breve o largo y angustioso siempre.

Muerte. A quién Francisco de Asís, llamaba hermana en ese lenguaje de los elegidos que han sabido leer la vida, proclamar la muerte y defenderse de ella, haciendo que su abrazo sea recíproco. Que han vivido sin vivir en ellos.

La muerte que nos vence a todos. Menos a uno. Por eso en él, iremos venciéndola todos. Por él también, recordamos a aquellos que han ido antes que nosotros, porque viven; porque su abrazo terrible amoroso ha sido efímero, solo una sombra en medio de la luz que es la vida; que ha pasado rauda sin que apenas se den cuenta, porque al final solo los que hemos quedado hemos comprobado su presencia, ellos, solo ya experimentan vida.

La muerte es una amante, promiscua, que huye de aquellos que hacen vida a su alrededor, nos toca vencerla ya. Ahora. Dando vida. Viviendo.

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